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Olivia Caballero o el arte del instinto

agosto 01, 2018 Luis Solís 0 Comments



«LO QUE HAGO ES FRUTO DE UNA LIBERTAD TOTAL Y ABSOLUTA. INSTINTO PURO».

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Largos y fecundos debates han surgido en torno de una cuestión vital para el arte: su génesis. ¿El artista nace o se hace? En verdad, se nace artista. No cualquiera lo es o puede llegar a serlo, por mucho que se esfuerce en trazar pinceladas o en armar historias "que enganchen". Pero ojo: esa sensibilidad del espíritu necesita de una formación -oficial o no- que la lleve a su esplendor. Aquí, podemos dar fe del trabajo de maravillosos artistas, personas con talento natural que no han renunciado al aprendizaje continuo. Porque todo artista debe reconocerse como tal: un eterno aprendiz.

Aquí hemos tenido el honor de conocer a Yulia Romantsova, bellísima representante de la unión cultural entre España y Bielorrusia, a través del piano; a Inés Hellín, brillante doctora e investigadora en danza española; y a Miryam Quiñones, cuya preciosa voz viene uniendo los espíritus de Latinoamérica y Europa.


Los invitamos a hacer un recorrido por nuestras distintas entrevistas y a que nos apoyen en nuestra labor de difusión cultural dando un "me gusta" a nuestro Facebook: thethinkingmakes/, y a seguirnos en Twitter: @thethinkingmake.


En esta oportunidad, deseamos compartir con ustedes el hallazgo de una mujer, pintora, dibujante, empresaria, miembro del Círculo de Pintores Solidarios, madrileña, madre y, principalmente, un ser humano que ha hecho del caos el motor principal de su inspiración artística. Como bien nos revela Olivia Caballero, muchas veces hay que hacerle caso al instinto, a ese cúmulo de emociones e ideas desordenadas que vienen de golpe, avasallando y conmocionando el universo espiritual del pintor, escultor o poeta.



«Creo que ser desordenada, caótica, improbable e imprecisa son cualidades que no tienen por qué jugar en mi contra, dado que me definen y me convierten en una persona real que se expresa artísticamente de un modo libre, por instinto y sin censura».


Aquí debemos hacer una llamada de atención: si bien, los impulsos creativos vienen revestidos de caos e intelección, no por ello significa un abandono total en nombre de la libertad, cualidad que no debe ser confundida con el libertinaje. Olivia es consciente de ello.



«Mi trabajo es un claro ejemplo de que cualquiera puede hacer cualquier cosa que se proponga siempre y cuando se esfuerce y disfrute haciéndola. Soy una fiel partidaria de que todos nacemos con un “don”, un diamante en bruto que muchas veces no somos capaces de encontrar o que, simplemente, no queremos pulir. No queremos perder la libertad de expresarnos con un trazo que nos salga del alma y no de un estudio y  composición de forma; una brutalidad, puro instinto, la falta de pudor que nos sobra en nuestro día a día. Mostrar el alma a fin de cuentas, aunque quede expuesta y no sea perfecta».



La libertad artística no tiene por qué ser entendida como un abandono a la anarquía, donde importa el "yo" y "lo que quiere el yo". El tamiz de la inteligencia siempre se hace presente. De ahí que algunas obras "ilógicas" o "surrealistas", con apariencia de caos, sean en el fondo un conocimiento profundo y distinto de la persona y de su entorno (¿Será por eso que Van Gogh es un auténtico genio?). En ese proceso, el alma del artista se aparece ante el mundo como fresca, original y cargada de verdad. En definitiva: totalmente libre.



«El hecho de no haber recibido una formación específica en ninguna de las técnicas que trabajo me otorga libertad y creo que me mantiene en un continuo proceso aprendizaje y de desarrollo en el cual disfruto experimentando. Esto se traduce en una amplia variedad de estilos y técnicas que en muchos casos han ido evolucionando, y en otros desapareciendo, quien sabe si para siempre o para ser retomados en un futuro».


Y, claro, un poco de esfuerzo ligado a la pasión por el trabajo viene bien para llegar a la excelencia. Olivia Caballero no descansa hasta encontrar el color, la línea o, por qué no, la palabra perfecta; que todo encaje como en una historia bien construida. De ahí que sus obras también sean  claramente dialógicas: transmiten las ideas de la pintora, pero también necesitan de una respuesta por parte del observador.

«Dedico muchísimo tiempo a buscar “la imagen”, un flechazo del que pueda partir el proyecto. A partir de ahí no cesan las pruebas de composición, de color y de técnicas. Es algo muy parecido a las primeras fases del amor: Ilusionante, totalmente obsesivo, con las musas alerta deseando sacar lo mejor de mí para la ocasión y que quede resumido en un soporte, expuesto ante quien quiera mirarlo, sentirlo, disfrutarlo y meditar sobre lo que se esconde bajo esos trazos y lo que trato de expresar».


Libertad para encauzar el caos, inteligencia para evolucionar y la conciencia del aprendizaje continuo son algunos de los componentes vitales para la formación de todo artista. En esta misma línea, la creación de un entorno adecuado es fundamental desde la más temprana edad. Esto no significa lanzar a nuestros niños a toda actividad extracurricular que se aparezca en nuestro camino, con el noble fin de incentivar sus habilidades. A veces -o casi siempre- el artista se sabe poseedor de un talento singular y acepta el inesperado llamado de la belleza. Olivia Caballero supo desde muy pequeña a qué quería dedicarse. Ella aceptó su destino, sin atenuantes ni remilgos.



«Cuando tenía siete años, pasaba largas horas leyendo y copiando en la biblioteca los dibujos de los cuentos que no podía comprar. Por entonces, leí una convocatoria para exponer en ese mismo centro cultural. Era una niña bastante creativa e independiente para mi edad, así que entré en el despacho a pedir información. Por el camino iba maquinando los trabajos que presentaría y los materiales que iba a necesitar. Lógicamente, no era una convocatoria infantil. La persona que estaba al otro lado de la mesa se quedó tan sorprendida por encontrarse ante semejante situación que no vio inconveniente en dejarme participar, siempre y cuando a mis padres les pareciese bien. Esa persona me abrió la puerta de su despacho, de su exposición y de lo que soy hoy en día».


Desde The Thinking Makes deseamos agradecer a Olivia Caballero, brillante pintora y mejor conocedora de los ríos naturales que refrescan este arte imperecedero. Gracias por los momentos de sabiduría, inspiración y risas (que -ojalá- nunca le falten). La animamos a continuar descubriéndonos nuevas formas de conocimiento de la persona, un ser extraño, inusual, pero siempre lleno de grandeza.

«Hay que saber disfrutar del arte y la belleza en todas sus facetas, porque si no, solo conseguiremos frustrarnos en nuestro camino a una imposible perfección. Esto es aplicable a todo en nuestra vida».


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